Córcega encara el proceso para dotarse de un Estatuto de Autonomía tras el reconocimiento del Gobierno galo de su derecho al mismo en aras de su naturaleza como “comunidad histórica, lingüística y cultural que ha desarrollado una relación singular con su tierra”. La admisión de esta especificidad es un precedente que no conlleva, sin embargo, ni el reconocimiento explícito del pueblo corso en la Constitución de Francia, ni la generalización del modelo descentralizador a otras realidades igualmente identificables histórica, cultural e incluso lingüísticamente, como la vasca. El paso es objetivamente ponderable en perspectiva, pues el modelo jacobino del Estado francés ha sido tradicionalmente aplastante de la diversidad y sigue rechazando el reconocimiento pleno de las lenguas y los pueblos, así como la descentralización administrativa práctica en materia legislativa y ejecutiva. Los términos en los que el ministro del Interior francés ha querido describir el alcance del proceso es indicativo de este extremo. La Europa de los Estados sigue siendo el freno principal para la construcción de la Europa de los Pueblos y esa apropiación del interés colectivo a costa de impedir el efecto jurídico del reconocimiento de la diversidad persiste. La mera descripción de la realidad sociocultural corsa –apuntada en el entrecomillado superior– que establece el acuerdo suscrito con la mayoría nacionalista de la isla ya debería constituir, en cualquier aproximación desde el derecho constitucional, la fórmula que identifica a un sujeto de soberanía: un pueblo. Negar esa condición a la ciudadanía corsa al tiempo que se admite su especificidad, es un mecanismo de autodefensa del ideal republicano francés, que asocia igualdad a homogeneidad. Pero, en tanto en esa misma tradición política está el germen del derecho de libre decisión de los pueblos, se protege negando la condición de pueblo a cada una de las colectividades específicas del Estado-nación. Córcega se encamina a su antonomía y a un margen de autogobierno que está por definir y es una buena noticia aunque se anticipe limitado y supeditado. Será un argumento añadido a la reivindicación de la especificidad histórica, social y cultural vasca, a su sentimiento de pertenencia y tradiciones, que es la categorización sociológica y política de lo que se considera un pueblo sujeto de derechos.